Fuente: Universidad Católica Silva Henríquez
Patricia Urzúa Vergara
Psicóloga, académica Ed. Diferencial UCSH
Víctor Martínez Gutiérrez
Profesor, Académico Ed. Básica UCSH
Hace unas semanas vimos un video de clases en línea donde un docente en Perú se despide hastiado del desgano de estudiar de sus estudiantes, les dice “ya me harté” de ustedes y señala que va a renunciar a la clase y dejará de ser su docente.
Probablemente el profesor, por su edad, pertenece a otra generación donde es posible que haya desarrollado una mayor tolerancia a la frustración.
Pero él necesita la retroalimentación que le entregan sus estudiantes en la interacción con ellos y, necesita encontrar satisfacción en su quehacer docente, la docencia es básicamente una relación e interacción humana, que permite que se produzcan aprendizajes en ambas partes y también que ambas partes se enseñen.
Es en estas interacciones en las que cada actor retroalimenta al otro, a través del lenguaje verbal, y sobre todo de lo paralingüístico: las miradas, los gestos, los tonos de la voz, el comportamiento dentro del aula en una clase presencial, y estas señales que comunican a las partes cómo se va desarrollando el proceso, se ven interferidas o modificadas en un aula virtual.
Ese sentimiento de frustración debe haber aparecido cientos de veces en todos los docentes del mundo que están realizando su docencia por plataformas digitales.
Y no tiene que ver necesariamente con los estudiantes y su forma de ser, o los docentes y sus vocaciones por enseñar y hacer que los estudiantes aprendan, sino que tiene que ver con que muchos ya están cansados del fenómeno de enseñanza que estamos viviendo.
La frustración involucra necesidades insatisfechas, también deseos insatisfechos, aunque no es lo mismo necesidad que deseo, por otro lado en el proceso de desarrollo personal aprendemos a tolerar esta frustración de necesidades, aprendemos a posponer su satisfacción inmediata y también aprendemos a hacerlo en pos de un bien mayor que obtendremos (esperamos) a mediano o largo plazo, es un largo aprendizaje este y esa es la tolerancia a la frustración, de la que muchos adultos se quejan que los jóvenes no la poseen o les falta.
Tal vez los jóvenes, los niños quieran satisfacción inmediata, sobre todo quizás las generaciones actuales se destacan por eso, contribuye la inmediatez de todo lo tecnológico y virtual “haz click y listo”
Los adultos supuestamente ya aprendimos a tolerar la frustración, sin embargo, en esta realidad ¿durante cuánto tiempo podemos posponer la satisfacción de necesidades?, ¿cuál es el bien mayor que aspiramos a lograr?, ¿qué nos puede mantener en ese estado de tolerancia?,¿cuál es la esperanza? ¿Hemos resuelto o reflexionado al respecto?