Al sur de la alameda, Larra, Lola y Reinamontes, Vicente, 2014, Ediciones Ekaré.
Entrevista a Lola Larra por Pedro Rueda,
Fuente: Universidades · UDUAL · México · núm. 72 · abril-junio 2017
Lola Larra nació en Chile y siendo muy pequeña se mudó con su familia a Venezuela a raíz del Golpe de Estado de 1973.
Estudió literatura en Venezuela y periodismo en España. Ha sido profesora y periodista.
Aunque ha escrito desde que era niña, en el 2004 publicó su primera novela. Se considera una escritora que no planifica mucho y le gusta trabajar con varios manuscritos a la vez, por eso se tarda alrededor de 3 años en terminar un libro.
Su oficio de periodista y su curiosidad la han llevado a visitar lugares con cargas históricas. Así es como tomó forma Al Sur de la Alameda, publicado en el 2014 por Ediciones Ekaré.
Una novela que comenzó con unos apuntes que hizo en el 2006 cuando visitó un colegio ocupado por los estu-diantes, o como se le conoció en ese momento, un colegio en toma.
Desde la ventana de un apartamento, una anciana es testigo de una toma de un colegio por parte de unos estudiantes de secundaria en un pequeño colegio ubicado al sur de La Alameda en Santiago de Chile.
Allí, se ha dejado de dar clases y quienes habitan el lugar protestan en contra de las nuevas leyes educativas que el gobierno quiere implementar.
Es el año 2006 y la Revolución Pingüina comienza a florecer. De este modo, esta novela gráfica cuenta dos historias que se van entrelazando y que al final se empalman.
Una, es narrada por medio de las ilustraciones realizadas por Vicente Reinamontes que cuenta lo que ve la anciana con unos binoculares desde su ventana y la otra parte es escrita, contada por Nicolás, uno de los estudiantes de secundaria que ha tomado el colegio y va escribiendo en su diario los acontecimientos que suceden durante sus 7 días de toma.

Pedro Rueda: Para los que no conocemos Santiago, ¿nos podría dar una breve descripción social y geográfica de esta zona que queda al sur de la Alameda?
Lola Larra: La Alameda es una de las principales avenidas de Santiago, y en ella suelen convocarse las marchas y las protestas. Al norte de la Alameda se encuentran varios liceos emblemáticos, con una larga historia en los movimientos estudiantiles del país.
Es el pleno centro de la ciudad, con mucho movimiento, mucho tráfico, edificios modernos, mucho comercio, muchas instituciones públicas, incluida La Moneda, el palacio presidencial.
Al sur de la Alameda, en cambio, es una zona más tranquila, donde todavía hay casas antiguas de fachada continua y que se encuentra lejos del ruido y del movimiento que hay al otro lado de la calle principal.
El título, Al Sur de la Alameda, quería subrayar justamente el carácter marginal e intimista de la historia: todo se cuenta desde la acera sur de la Alameda, desde el otro lado, desde el margen.
El colegio en el que ocurren los acontecimientos, “la toma”, es un colegio pequeño, poco importante.
Nicolás, el protagonista no es un líder estudiantil, sino un joven que se suma a las movilizaciones casi por casualidad, porque una muchacha que le gusta lo desafía.
Y además hay un personaje que espía el colegio desde la casa vecina, que también se encuentra al margen y cuya historia personal descubre otras movilizaciones: las de los estudiantes contra la dictadura de Pinochet.
PR: ¿El diario de la toma es testimonial o ficticio?
LL: El diario de Nicolás es ficción. Toda la novela es una ficción, porque los personajes y los hechos que se narran son ficticios. Sin embargo, el contexto es real: la Revolución Pingüina de 2006.
PR: ¿Cómo decidió que quería contar una historia sobre lo que se ha escrito y dicho bastante, pero esta vez, desde la intimidad de un colegio?
LL: Lo primero que me interesó, cuando visité las tomas de 2006, sin aún saber que escribiría un libro sobre ellas, es que estaba entrando en un mundo en el que los adolescentes controlaban las cosas. Eso literariamente resulta muy interesante, me remitía a El señor de las moscas, por ejemplo…
La toma me pareció una escenografía literaria fascinante, me atrajo aquel microcosmos en que nosotros los adultos éramos unos intrusos.
Dos años más tarde, cuando comencé a escribir la novela, me di cuenta de que efectivamente había muchos documentos sobre la Revolución Pingüina, pero ninguno que contara las tomas desde dentro, desde la cotidianidad.
Y eso es lo que yo quería hacer: ¿cómo funcionaba el día a día en las tomas, cómo hacían para comer, organizarse, dormir, cómo resolvían los problemas, acaso repetían los errores de la sociedad de afuera o no?
Booktrailer – Al sur de la Alameda from Ediciones Ekaré Sur on Vimeo.
Sin embargo, más que con un tema, mis libros comienzan con la intuición o el hallazgo de una determinada voz. Incluso cuando esa voz se nos resiste por mucho tiempo.
En el caso de Al sur de la Alameda esa voz era la de Nicolás, el joven protagonista, cuya transformación y toma de conciencia será el recorrido que se hace en el libro.
Esta novela tiene un componente importante de autonomía. Tanto la autonomía de los estudiantes de opinar y luchar por algo que ellos creen valioso y fundamental, sin que interfieran los profesores o autoridades, como la autonomía de Nicolás de tomar la decisión de incorporarse a la lucha a pesar de que sus amigos del futbol estén interesados en otras cuestiones.
PR: ¿Busca decirle algo a los jóvenes?
LL: Quería contarles una buena historia a los lectores, es a lo que siempre aspiro cuando escribo. Una historia que los entretenga y que también los interpele. Y también quería hacer un homenaje a la valentía de los pingüinos de 2006.
Me parece que lo que hicieron fue asombroso: gracias a esos jóvenes de 13 y 14 años todo un país entendió que las cosas no estaban bien, que había que cambiar profundamente la educación en Chile y que el bien común era algo de lo que no podíamos prescindir.
El personaje Nicolás es un estudiante que al comienzo no está inmerso en el movimiento estudiantil y mientras transcurre la historia se va involucrando más.
En cambio, Paula, la francesa, ya es una persona convencida, decidida y a través de ella es que comienza a entender que esta lucha tiene un sentido.

PR: ¿Qué es lo que hace que Nicolás cambie?
LL: Espero que al leer el libro se en-tiendan las razones de Nicolás. La experiencia de la lectura (también la de la escritura) trata justamente de eso: de entender las razones del otro, de ponerse en el lugar del otro, de mirar a través de los ojos del otro.
Creo que toda novela, o casi todas, hablan de transformaciones, de cambios. En Al sur de la Alameda, la toma (como espacio cerrado y en el que hay una suspensión de la rutina diaria) provoca muchas metamorfosis, en todos los personajes, y muchas de ellas tienen que ver con la toma de conciencia, con el paso de lo individual a lo comunitario, de lo privado a lo público.
La aportación de Vicente Reinamontes le dio otro alcance al libro, pues son sus ilustraciones las que cuentan otra historia, otro punto de vista.
PR: ¿Cómo es que decide incluirlo en este proyecto y qué piensa de los procesos colaborativos?
LL: Se lo pregunto también en relación a la historia misma del libro. La unión de los estudiantes es también un trabajo en equipo. Estoy convencida de que sin el trabajo de Vicente, este libro no hubiera tenido el vuelo y el alcance que ha tenido.
Gracias a las ilustraciones, el libro despegó. Pero fue un proceso largo.Cuando el manuscrito de la parte del diario de Nicolás estuvo listo, me di cuenta de que faltaba un contrapunto, otro punto de vista.
Y escribí un pequeño guión de esa segunda voz, y me dije que sería bonito que ese segundo narrador contara su historia en imágenes. Acababa de leer las cosas de Brian Selznick, y estaba maravillada por la manera en que fluía texto e imagen.
Una de las editoras, Sara Rodríguez, buscó y buscó hasta encontrar a Vicente, que fue todo un hallazgo
Y ahí empezó de nuevo el proceso de la novela, en la que trabajamos casi dos años. Nos reuníamos todas las semanas, Vicente, yo y las editoras.
También con el director de arte. A medida que se iba construyendo el relato en imágenes, el texto cambiaba, se acortaron cosas, se escribieron otras, entraron nuevos personajes.
Y a nivel gráfico se tomaron decisiones como el color de páginas o el troquel de portada o las viñetas, que aportaban a la historia, que no eran decorativas solamente. Todo tenía sentido…
Fue un proceso muy interesante, muy grupal y muy entretenido.
Y me maravilló que esa transformación de lo individual a lo comunitario de la que se habla en el libro también ocurriera en la realidad, con nosotros, con Vicente y conmigo.
Trabajar codo a codo con alguien más fue muy enriquecedor, lejos de la soledad que caracteriza a la escritura.
PR: Sus libros, Al Sur de la Alameda, Estudiante en Lucha y Sprinters transitan entre la ficción y el documento histórico. ¿Qué posibilidades tiene la ficción y qué facultad encuentra en el periodismo?
LL: Trabajé como periodista más de 20 años. Y tal vez sin buscarlo, en mis dos últimas novelas me he ceñido a un tipo de literatura que bebe de la actualidad, de los hechos históricos, del periodismo, finalmente.
Para mí el periodismo fue una grandísima escuela que me enseñó, entre otras cosas, a ser muy rigurosa en la investigación, que es la parte del proceso de la escritura que más disfruto.
Esa investigación me sirve como base, pero a veces “las cosas reales” sólo se pueden contar con “verdad” a través de la ficción.
Fue lo que me pasó en Sprinters: sólo a través de un personaje ficticio pude finalmente contar lo que quería contar sobre Colonia Dignidad, un caso terrible de unos colonos alemanes asentados en el sur de Chile.
PR: ¿Por qué se ha interesado en escribir para jóvenes?
LL: Casi nunca pienso en escribir para un público determinado. Creo que como autor lo que uno debe hacer es mantener el respeto por el lector, sea un joven de 15, una señora de 80 años o un señor de 30.
Y eso tiene que ver con escribir lo mejor que puedas, de manera inteligente y verdadera, sin caer en lugares comunes, en diálogos facilones, en estructuras simplonas, en persona-jes estereotipados…
Por otra parte, los jóvenes pueden leer cualquier cosa.
Son en gran parte decisiones editoriales las que llevan a que un manuscrito sea “juvenil” y esté dentro de una “colección juvenil”. Ahora bien, lo que sí he aprendido a apreciar muchísimo es a los jóvenes como un tipo de lector ideal: son muy agradecidos, muy entusiastas, también muy críticos.
Lo que más he disfrutado gracias a la publicación de Al sur de la Alameda han sido las numerosas visitas que he hecho a colegios o clubes de lectura o bibliotecas para encuentros con los jóvenes.
Es enriquecedor, estimulante. Como periodista, usted visita lugares, hace entrevistas y toma notas para después escribir sus libros.
Además de esto, (PR) ¿cómo es su proceso creativo (y no creativo) para iniciar y concluir un libro?
LL: Cómo decide un tema, cómo se documenta y cómo es su rutina de trabajo.
Puede que todo empiece cuando me intereso por un tema determinado, y cuando lo investigo, pero hay muchos temas que me interesan y no todos terminan siendo libros.
Volátiles como son, las ideas van y vienen.
Las escuchas, lees sobre ellas, averiguas, te quedan rondando, tal vez por años, hasta que propician un texto, o bien te abandonan.
Pero más que comenzar con ideas determinadas, yo encuentro primero los personajes, o ellos vienen a mi encuentro, no lo sé.
De sus pulsiones nace la historia, las acciones, y, tiempo después, cuando el manuscrito ya está avanzado, gracias a ellos también se perfila lo que realmente quieres contar, el tema de esa historia más allá de la anécdota.
Un libro verdaderamente toma forma cuando aparece esa voz y esa mirada que va a guiarlo.
Ese es el punto de inflexión: cuando sé si aquello sirve para convertirse en novela o no.
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Fuente: La Lectura Interminable,
Lola Larra, todavía en la lucha
Al sur de la Alameda, obra escrita por Lola Larra e ilustrada por Vicente Reinamontes, irrumpió en el mercado local de manera tímida, pero rápidamente ganó el aprecio de los críticos especializados y, por supuesto, de los lectores.
Esto ha llevado a que el texto haya obtenido numerosas distinciones, y parece que el efecto avasallador no se detiene.
Ahora, en una movida muy interesante para el medio local, sus autores se aventuran en la creación de un interesante spin off de la novela ilustrada.
La nueva publicación denominada Estudiantes en lucha. Apuntes para una historia de las movilizaciones estudiantiles, fanzine que recoge las ideas, anotaciones e investigaciones de “El gordo Mellado”, personaje de Al sur de la Alameda, quien dentro de la obra cumple el rol de formar políticamente a sus compañeros en la toma.
¿Cómo se define Lola Larra como autora?
LL: Es complicado definirse a uno mismo como escritor. Puede resultar en un aburrido ejercicio de narcisismo, o bien de mucha autocrítica. Lo que puedo decir es que soy una escritora muy lenta, demoro mucho en cada proyecto y, aunque antes me desesperaba por ello, ahora lo agradezco.
También he sido una escritora muy dispersa: no solo porque he publicado cosas muy distintas entre sí (novela de iniciación, novela policial, novelas más periodísticas, y hasta una nouvelle erótica) sino también porque comienzo muchos proyectos a la vez y trabajo en ellos al mismo tiempo hasta que alguno me atrapa lo suficiente como para terminarlo.
Supongo que tiene que ver con que mis lecturas son muy heterogéneas. Y supongo que también es porque solo poco a poco uno va definiendo qué es lo que le interesa contar en realidad y cómo.
http://diariodeunatoma.cl/wp-content/uploads/2015/10/Estudiantesenlucha_Web.pdf